Aprovechando el día de fiesta que
teníamos en Madrid el jueves 15 de Mayo, hicimos una escapada de
cuatro días a la Sierra de Guara a disfrutar de su espectacular
entorno, sus maravillosos paisajes... Y de sus famosos barrancos.
El primer día lo usamos para tomar
contacto con las aguas de Guara y ver cómo íbamos de forma. ¡No
está de más testar cómo va uno de fuerzas! Así que nos dirigimos
al barranco de Formiga, un variado y bonito recorrido apto para todos
los públicos. En la aproximación ya fuimos familiarizándonos con
los cabos de anclaje dobles, lo que nos vendría muy bien para la
ferrata que nos esperaba... El Formiga siempre es divertido y lo
pasamos fenomenal en sus toboganes, saltos, sifones y rápeles. ¡Y
pudimos comprobar que íbamos bien de forma para aguantar el resto de
días!
El viernes dejamos el agua un poco más
apartada, aunque eso en Guara sea difícil. No metimos en ella más
que un poco los pies en los primeros minutos de la actividad, pero
nos fue acompañando durante toda la jornada sobre el gran cañón
del Mascún.
El día era caluroso, pero
afortunadamente las nubes aparecían a menudo y nos dejaban descansar
del sol y el calor, y en lo más alto de la ruta se agradecía la
brisa de la tarde...
Desde Rodellar salimos caminando hacia
el cauce del Mascún, para tras pasar la surgencia del mismo nombre,
desviarnos a la izquierda para remontar el barranco seco de Andrebot.
Ya en lo alto de la otra orilla del Mascún pudimos ver el famoso
dolmen de la Losa Mora, fuente de inagotables leyendas e historias.
Un poco más adelante llegamos al pueblo abandonado de Nasarre, donde
pudimos perdernos por sus callejuelas y entrar en su restaurada
iglesia. Acercándonos de nuevo al Mascún pasamos otros pueblos
abandonados, de los cuales el más famoso es Otín, con su fresca
fuente y su bello entorno. El camino se fue acercando cada vez más a
la orilla del cañón, donde algunos pasajes impresionaban de
vértigo. Tras descenderde nuevo al cauce, deshicimos lo andado por
la mañana y regresamos a Rodellar a beber algo fresco y bien
merecido.
El barranco de Los Oscuros del Balced
nos esperaba para el sábado, con su larga e impresionante
aproximación, colgada de la pared entre viras y pedreras.
Este barranco, espectacular siempre,
nos hizo disfrutar como niños, pero también emplearnos a fondo en
sus destrepes, oscuros y estrechos pasillos. Todavía se nos pone
cara de lelos al recordar sus estrechos inundados, lo más bonito y
estético del barranco.
Esta vía ferrata es un bonito
recorrido de iniciación con algún paso entretenido, tres puentes
tibetanos y la longitud justa para disfrutar sin cansarse demasiado.
¡Claramente recomendable!
Antes de marchar hacia Madrid hicimos
acopio de algunos productos de la zona: Riquísimos quesos y
embutidos y dulces con aroma árabe en forma de trenza...