A LO MARK TWIGHT, PERO EN EL ALMANZOR

Hoy me voy a poner a lo Mark Twight.
Uno de mis libros de cabecera es "Besa o mata, confesiones de un escalador en serie" de este alpinista estadounidense. En él, Mark expone una serie de artículos que ha ido publicando en distintos medios a lo largo de su carrera, por orden cronológico. Una compilación tremenda y excitante. Algunos de los artículos están retocados para darles frescura o porque a él mismo no le gustaba cómo estaban hechos en su momento; y al final de cada artículo hace unos comentarios sobre el mismo. Es un libro del año 2000 que he debido leer decenas de veces. Evocador y altamente motivador.

Pues eso voy a hacer yo hoy. 

Hace más de 10 años escribí lo que vais a leer. Sólo he retocado algunas cosas para darle algo de forma y empaque (aunque me ha llevado su tiempo...), y para una mejor gramática y sintaxis. Evidentemente el escrito es bastante lamentable ;-), pero lo he querido dejar con ese aire de juventud e inexperiencia que se nota en cada frase... Inexperiencia cargada de hambre por conocer y escalar, por compartir y soñar... 
Me vais a permitir el parco estilo, mi inexistente experiencia con la escritura en aquellos años (¡¡Mucha menos que ahora!! y la ausencia de fotos: En aquella época se llevaban las dispositivas...

                       Movida en el Almanzor (O cómo no se deben hacer las cosas...) 



Hace tiempo que tenía ganas de escalar la vía de la cara Norte del pico Almanzor, en la sierra de Gredos. Cuando en la revista Desnivel salió un reportaje sobre este pico y sus vías, finalmente me decidí a hacerla. Un jueves, tras la reunión del club le propuse ir a hacer la vía a Nando, que aceptó rápidamente. Luego se lo dijimos a Rober, que tras solucionar unas cosillas también se acabó apuntando. Como Nando tenía que estar el sábado por la mañana en Madrid, decidimos salir ese mismo jueves por la noche. La idea era llegar a “ la plataforma” de madrugada, dormir y salir bien tempranito para hacer la actividad en el día, y esa noche (la del viernes) volver a Madrid. Nada más lejos de la realidad...
Nando y yo salimos de Cuatro Caminos sobre las 21:00, tras perdernos en sus callejuelas recogimos a Rober bajo el acueducto de Segovia, y tras pasarnos el desvío a “la plataforma” llegamos finalmente a esta sobre la 1 de la madrugada. Nos echamos a dormir para levantarnos a las 6:00.
Sonó el despertador y tras desayunar y tomar un té calentito salimos hacia el Circo de Gredos en una fría madrugada de Diciembre. Según teníamos entendido, las condiciones de la nieve eran buenas, por lo que en tres horas más o menos estaríamos a pie de vía, en la cara Norte del Almanzor, pero a cada paso que dábamos nos convencíamos de que no era así: La nieve estaba muy blanda, nos llegaba por las rodillas en muchas ocasiones y para colmo... ¡¡No había huella!! Con lo que tocaba ir abriendo trinchera constantemente. Se ve que el mal tiempo que había hecho durante la semana había contribuido a las dos cosas... Total, que por culpa de la nieve, por nuestra falta de entrenamiento a principio de temporada, por un descanso de casi una hora en la puerta del refugio y por nuestra poca atención a beber y comer de vez en cuando, llegamos a pie de vía a la ¡¡Una y media de la tarde!! Imperdonable. ¡¡Casi seis horas desde la furgoneta hasta la vía!! Yo iba especialmente cansado porque llevaba mogollón de peso y porque las botas las había estrenado hace poco y me estaban destrozando.
Para tardar menos tiempo en llegar a la vía, visto el retraso que llevábamos, subimos hacia ella directamente por el zócalo del Almanzor, donde una placa de nieve que crujió bajo nuestros pies al pasar (aunque no cayó) hizo que me cagase de miedo (creo que allí debe seguir el tufillo...).

El mal estado de la nieve, el mal tiempo que nos envolvía (a veces no veíamos más allá de 5 metros) y el retraso que llevábamos me hizo plantearme la retirada. Nando y Rober casi me matan por plantearme eso habiendo llegado hasta allí con aquellas condiciones. Mi cabeza no funcionaba bien porque llevábamos mucho retraso y yo sólo pensaba en que mi familia se iba a preocupar mucho si no llegaba ni llamaba (los móviles estaban sin batería en la furgo...) y porque en esos momentos tenía una cosilla familiar algo jodida...
En fin, volvamos a pie de vía.
Casi dos horas en la primera reunión que montamos a la entrada de la vía, con un tornillo y un fisurero, para ponernos los arneses, cacharros y tomar algo de té caliente. Rober se da el primer largo hasta la cascada, que es una rampa de nieve y hielo de unos 50º o 55º grados, subimos Nando y yo tras él. Yo quiero darme el largo de la cascada, pero Rober se impone y se lo da él también: una cascada de hielo de 6 o 7 metros que acaba en una campa de nieve algo empinada.
El tercer largo y el cuarto decidimos hacerlos asegurados para no perder tiempo quitándonos la cuerda y guardándola (ay ese ensamble...). Me doy el tercer largo y aseguro a Nando y Rober que suben al mismo tiempo. Al mismo tiempo también suben el cuarto largo hasta la brecha que separa las dos cumbres del Almanzor. Allí Rober se hace un tremendo lío con las cuerdas que nos lleva más de 40 minutos deshacer. Cuando miro el reloj casi me da algo: Son las seis de la tarde y acabamos de hacer cima en el Almanzor. Me pongo muy nervioso por el retraso y Rober y Nando se tienen que poner serios para lograr que me calme. Comenzamos a rapelar de la cumbre, pero debido a la desorientación que teníamos a causa de las prisas, la niebla y la inminente oscuridad, nos metimos a rapelar por los contrafuertes de la cara Este. Cuando llevo unos metros descendidos me doy cuenta de que hemos metido la pata. Remonto las cuerdas y montamos el rápel por la Sur. Baja Rober, Baja Nando y bajo yo. Cuando vamos a recuperar las cuerdas, éstas no corren. Rober cabreado sube a desatascarlas mientras Nando se muere de frío y yo comienzo a tener calambres e las piernas. Cuando vuelve a bajar e intenta de nuevo recuperarlas ¡¡Siguen sin caer!! Rober monta en cólera y sale disparado hacia arriba para desatascarlas finalmente tras cambiar el emplazamiento del rápel.
Para más inri, Rober me clava un crampón en la mano izquierda mientras destrepamos la Sur hacia la travesía sobre las Canales Oscuras. Mi grito también se debe seguir oyendo...
Ya en la Portilla del Crampón nos relajamos y finalmente iniciamos la bajada entre risas. Al llegar al refugio sobre las 21:30 decidimos parar a comer y beber algo, cosa que no hemos hecho durante el día. La cara del guarda fue de película cuando le dijimos que no nos quedábamos a dormir, sino que continuábamos. Picamos algo, bebimos y rellenamos las cantimploras para seguir andando hacia la furgoneta. Tras una vuelta infernal debido al cansancio, la deshidratación y el déficit de calorías (por no hablar de mis pobre pies...) llegamos a la furgoneta a la una de la mañana, 16 horas después de haber comenzado la actividad, 16 horas casi sin parar. Evidentemente nos echamos a dormir un ratillo antes de iniciar la vuelta a Madrid.

Esta experiencia (y leer algunas cosas de Mark F. Twight) me enseñó muchas cosas: Que no se puede ir justo de tiempo y de fuerzas en montaña, que hay que beber constantemente para rendir a tope y no deshidratarnos, ir picando comidas fáciles de digerir y ricas en carbohidratos durante la actividad, no hacer una actividad fuerte en mi tercer día de botas nuevas, y sobre todo, que hay que ir ligero al máximo, cosa que este verano he puesto en práctica en los Alpes con buenos resultados. Así que ya sabéis:

¡Entrenad y aligerad compañer@s!

La vía



COMENTARIO DEL AUTOR EN 2013

Mucho han cambiado las cosas desde entonces, bueno, en realidad sólo algunas.
Ahora entrenamos duro, tenemos mucha más experiencia y soñamos con metas más altas. Pero seguimos haciendo burradas en el monte, a veces fracasamos, las botas nos siguen haciendo polvo y podríamos vernos en una situación similar, pero seguro que en algún sitio más alto y más comprometido... 
Desde entonces he hecho esta vía por lo menos cuatro veces más, con cuerda, sin cuerda, con compañeros con experiencia, con compañeros sin ella... Qué gustito da comprobar cómo uno va progresando en algo que le apasiona.
Releyendo el artículo me doy cuenta de la influencia que en esa época tenía en mí otro libro del señor Mark, "Alpinismo extremo". Lo leía con voracidad una y otra vez para sacarle jugo y aprender de los trucos de los buenos: El énfasis en la hidratación, mantener el glucógeno en sangre ingiriendo calorías de rápida asimilación y sobre todo aligerar el equipo. Leer, probar, preguntar, ganar, perder, escalar... Esto hecho durante años es lo que da lugar a ser un buen alpinista, y sí, digo buen alpinista. Porque el mejor alpinista no es el que mejor escala, el que sube más rápido o el que más vías tiene en su haber. El mejor alpinista es el que más sonrisilla nerviosa tiene ante un viaje de escalada, el que más se ríe con los amigos, el que lo da todo en un extremo de la cuerda, el que sabe renunciar y el que aprende de cada experiencia y de cada golpe de piolet si importarle si hace cumbre o no: La verdadera meta es regresar. Regresar y llenar nuestra hucha de experiencias vitales.
Un abrazo muy fuerte desde aquí para Rober y Nando, dos máquinas de eso de clavar los piolos... ¡Salud hermanos!


JAIME MORENO


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